martes, 8 de julio de 2008

Tuc de Mulleres (3012 metros), desde Espitau de Vielha.

1. Fisiografía

El Valle de Molieres, con una orientación W-E, se extiende desde el Tuc de Mulleres (3.012 metros) hasta el sur de Espitau de Vielha, donde las aguas del Noguera se mezclan don el torrente que proviene de Conangles. El perfil longitudinal está caracterizado por continuos rellanos y escalones rocosos. Los rellanos superiores están ocupados por los Estanhons de Molieres, 4 estanys escalonados entre las cotas 2480 y 2350 metros. La vegetación de la cuenca corresponde sucesivamente, a medida que se va ganando altura, los estadios subalpinos y alpinos. Cabe destacar los hayedos y abetos en las proximidades de Espitau de Vielha, así como los ambientes húmedos en el fondo del valle.


2. Información geológica

El Valle de Molieres es un ejemplo tipico de valle glacial, con numerosas formas de erosión y de sedimentación de origen glacial. Los rasgos más evidentes son las macroformas de erosión glacial: circos, crestas, cubetos de sobreexcavación, líndares rocosos, perfiles transversales en U y perfiles longitudinales escalonados, etc. Un claro ejemplo son las morenas que se encuentran en las inmediaciones de Espitau de Vielha, producidas por el nombrado “Episodio glaciar del valle en altitud”.


3. Acceso
Cogemos la N-230 dirección Vielha y justo antes de entrar en la boca sur del túnel, salimos de la carretera y dejamos el coche en una pequeña explanada, frente al refugio Espitau de Vielha. Cruzamos la carretera por delante del túnel y nos adentramos en el Valle de Mulleres por una pista prácticamente sin pendiente. Mirando al fondo del valle se divisa nuestro objetivo iluminado con las primeras luces del día, el Tuc de Mulleres (3.012 metros)


4. Ascensión
Lugar de salida: Espitau de Vielha (1.626m).
Cumbre: Tuc de Mulleres (3012m, según la Generalitat de Catalunya).
Desnivel teórico: 1.384m.
Desnivel acumulado: ¿?m.
Distancia total: 12 km.
Tiempo subida: 5 h (con descansos, paradas técnicas y reportaje fotográfico incluidos).
Integrantes del grupo: Oriol Martorell y Manuel Morales.

Espitau de Vielha, 1.626 m. Refugio situado en la boca S del Túnel de Vielha en la Carretera N-230, a 14km. De Vielha y 28 del Pont de Suert. Desde aquí deberá cogerse una pista dirección Oeste rodeada de hierba que planea mirando al fondo del valle, en la cual ya se pueden observar dos grandes cascadas que bajan por la misma.

Al acercarnos al bosque, la pista se transforma en un sendero que va remontando el río. Empiezan las primeras rampas a través de un hayedo muy tupido mientras el río discurre a nuestra izquierda con un sonido atronador por su gran caudal (más adelante averiguaríamos el porque de este hecho).

Llegamos bajo la gran cascada que ya se podía apreciar a su lejanía. El rió Noguera Ribagorçana se descuelga con gran fuerza y espectacularmente en este punto. Por su derecha sube una senda entre el bosque por la ribera del río que sigue el mismo valle.

Pleta de Molières. Gran planicie donde el rió se recoge más tranquilamente formando pequeñas balsas, dando incluso la impresión de divisar pequeños islotes de una belleza impresionante. El camino sigue subiendo hasta otra próxima cascada, esta de menor dimensión a 1.855 metros de altura. Durante el transcurso del camino, se progresa por la derecha del valle sin llegar a cruzar el río, el sendero se encajona en un pequeño barranco. En este punto, junto a la cascada anteriormente mencionada, será necesario ayudarse con las manos en un par de sitios para superarla sin mayor dificultad. En este punto pudimos comprobar la gélida temperatura del agua del río Noguera, un pequeño remojón que nos haría abrir los ojos como platos.

Ante nosotros el impresionante circo de Molieres rodeado de murallas y gradas de origen glaciar. A nuestro alrededor la muestra del porque corría tanta agua en estas fechas por el río Noguera. Parte de este todavía estaba helado a aproximadamente 2.000m de altitud. Al sur ya podíamos divisar las cimas del “Parque Nacional de Aigüestortes i Estany De Sant Maurici”: Comaloformo, Besiberris, Montardo, Punta Alta, etc y por supuesto todo nevado. A un chico de playa como yo, este dato a simple vista sin importancia, era de inigualable belleza. Todas aquellas montañas repletas de nieve como los polvorones navideños.... No me quiero emocionar.

Delante nuestro ya se encontraba la terraza que con unos 400 metros de desnivel nos llevaría, una vez superada, a una explanada donde se encuentra el primer estany de Molieres. La pendiente es importante pero el camino está bastante marcado por fitas, incluso en ocasiones (como averiguaría en la bajada) se podía apreciar el camino perfectamente. Es relativamente cómodo, si no se pierde el itinerario más idóneo, de no ser así en alguna ocasión habrá que utilizar las manos, como nos ocurrió a nosotros de subida. Mucho más sencillo al bajar ya con una vista más longitudinal se podía apreciar la irregular senda con mayor facilidad.

Refugio de Molières, 2.360 m. Me remito a la información recogida en diversas fuentes, ya que los integrantes del grupo (Uri y yo), desconocíamos que allí hubiera estos servicios, cosa que empezamos a sospechar después de que en el último estany nos encontráramos gran cantidad de gente que apareció de la “nada”. El refugio citado está prefabricado de una estructura metálica con aislamiento y recubrimiento de plancha de hierro (en algún momento recordé la cabaña Verónica en Picos de Europa). Para mi sorpresa tiene 12 plazas, literas, colchones y mantas, sitio para cocinar, agua a 5 minutos y emisora de emergencia. Y yo pensando que era un refugio de “STOP & GO”. El refugio, que de lejos parece una bombona de butano, queda a mano derecha encima de una pequeña colina. Hacemos un descanso a unos metros de él junto con un grupo de “jóvenes” que no pudieron seguir nuestro ritmo (esto lo digo en sentido figurado). Mientras me comía mi bocadillo de jamón escuchaba por el “pinganillo” a esa fuente de sabiduría que lleva años subiendo cumbres del pirineo, y que por lo menos yo, estaría escuchando durante horas porque es alucinante las historias que salen de estas gargantas.

Desde aquí reemprendemos la marcha bordeando el estany superior y girando posteriormente 90º a la derecha empezando a subir por las fuertes pendientes del collado. El camino está bastante definido y no ofrece ningún problema, salvo algún punto en el que nos ayudamos con las manos, pero no para asegurar el paso, si no como tracción, debido a la fuerte pendiente. La hierba deja paso progresivamente a la roca, a pedriza suelta o a ratos, grandes bloques. Vamos subiendo por la derecha del circo pero teniendo el collado como referencia. Pero es aquí donde empieza a verse ya nieve por todos lados. Por lo tanto, al instante nos calzamos lo crampones, éramos los únicos que los utilizábamos, y hacia el collado en dirección NO por la nieve blanda, cosa que hacia que nos resbaláramos frecuentemente. En este punto se podía observar ya la proximidad del Tuc de Mulleres enfrente nuestro, con una silueta bastante plana.

Estas líneas ya se escriben bajo la resignación de un montañero bajo de forma que tuvo que dejar paso, y de este modo mirar por el objetivo común de coronar la montaña, a un compañero que estaba en forma para que culminara la ascensión sin ser un estorbo o un lastre con crampones que a duras penas podía mantenerse agarrado a los crampones bajo un intenso sol. En ese momento la contradicción entre mente y físico estaba al límite: la mente fuerte que quiere subir contra la fatiga física que resbalaba a cada paso, mostrándose los primeros síntomas de sobrecarga en el gemelo femoral de la pierna derecha. Fue aquí cuando mi decisión fue firme (suerte que no iba solo, sino con lo tozudo que soy seguro que sigo subiendo), con la sensatez que me aporta mi compañero de batalla, ese era el final de mi ascensión a aproximadamente 2.800 metros. Tras una intensa conversación con Uri, el cuál no me quería dejar solo (hecho que le agradezco profundamente) y después de presionarle psicológicamente, emprende la subida con el objetivo de encumbrar la cima en la cual yo había sido vencido y de esta forma vengarme épicamente.

El resto lo redacto por lo escuchado, y de esta forma me ahorro la agonía de aquellos momentos solo en el collado con mi orgullo pateado por aquella sustancia blanca resbaladiza llamada nieve. La lucha interna fue infernal: mareos, nauseas, etc. En un momento pensé que era mal de altura, luego una descomposición de estómago, etc. La estampa era tal que una pareja que pasó a mi lado me preguntaron con preocupación si estaba bien, a lo que sin dudar (como no) yo contesté que por supuesto estaba bien. Estaba tan bien que tenía la cabeza entre las piernas, con un mareo brutal, que cuando podía levantaba la cabeza, la vista se nublaba. Suerte que viendo aquel paisaje alucinante que hacía que poco a poco me fuera recuperando. Hasta que se me ocurrió ponerme a estirar. Para colmo la dichosa pierna derecha sufrió un alongamiento y no quería flexionarse, obviamente por una sobrecarga en el cuadriceps que impedía la movilidad de la misma (el mensaje cerebral era claro, 112). Aunque algo me hizo coger fuerzas. La pareja que me había ofrecido auxilio estaba a unos 50 metros más arriba tomando el sol, y me dije a mi mismo que mi orgullo no podía quedar herido en aquella semejante situación, donde las mismas montañas se tenían que estar riendo de mí (y no cuento durante ese momento como tuve que miccionar tumbado, y a la vez escondiéndome de aquella pareja en una situación física de emergencia). Al final pude superar aquella situación con más pena que gloria.

Mientras tanto mi compañero Uri, accedía desde el collado a la otra vertiente después de superar unos 150 metros aproximadamente desde donde yo me encontraba. Para acceder al collado y pasar a la otra vertiente, es necesario superar una pared de unos 20-30m bastante inclinada, con algún paso de IIº. De todas maneras, los agarres son muy buenos y hay varias posibilidades, de manera que se puede escoger la vía que inspire más confianza. Cuando la cabeza supera la última piedra de la pared, aparece una vista espectacular: desde la cresta de Salenques hasta los Portillones, con el Aneto y su glaciar en medio presidiendo la imagen.

Coll de Molières, 2.928 m. Cuello entre el Cap de Toro y el Tuc de Mulleres. Desde aquí se sube a la creta hacia el SO hasta el Tuc, sin dificultades siguiendo los grandes bloques de piedra.

Tuc de Mulleres, 3.012 m. Cruz y libro de registro de firmas. Amplio panorama del valle de Mulleres, con los estanys y su refugio. Aquí se contempla la grandeza de la panorámica que ofrece esta cima, y que gracias a su aislamiento ofrece unas imágenes inigualables. Hacia el E se aprecian el Montardo y los Besiberri. Al SW, entre la calicha, la mole del Ballibierna y al W, todo el cordal Russel, Margalida, Tempestades, Aneto, Coronas y Portillones. El regreso lo realiza por el mismo camino, poniendo un poco de atención en el paso del collado, ya que siempre cuesta más la desgrimpada.

Rápidamente Uri baja en mi búsqueda para emprender ambos el descenso hasta Espitau de Vielha. La bajada por la nieve mucho más cómoda preveía ser más calmada, hasta que después de un tropezón empecé a hacer “culoplaning”. Gracias al ir frenándome con los crampones choque contra unas pequeñas rocas que frenaron mi repentino descenso. Por suerte para mí, no pase de ahí, ya que de traspasarlas había una caída considerable.

Después de este último susto el descenso lo completamos con lentitud debido al cansancio de ambos, pero que culminó un día que quedará marcado sin duda en nuestra memoria.

AVE MULLERES!!!!!


Manuel Morales Martínez
Peón montañero.
Ver el resto del reportaje fotográfico en: http://picasaweb.google.com/perdidosenelmonte/20080705TucaMulleres